En el corazón de Quibdó, entre el vaivén de motos, el murmullo del Atrato y el sol que brilla con fuerza sobre los techos de zinc, se alza una presencia serena, imponente y llena de alma: la Catedral San Francisco de Asís. No importa cuántas veces la mires, siempre parece estar observándote… como quien cuida, como quien espera, como quien bendice.
Más que un templo, un testigo
La Catedral no solo es una obra arquitectónica; es un espejo del pueblo. Ha visto crecer generaciones, ha guardado secretos en sus bancos de madera, ha recogido lágrimas de despedida y ha sido cómplice de los momentos más sagrados: bodas, bautizos, procesiones, despedidas, celebraciones.
Allí muchos dieron su primer paso de fe. Otros encontraron refugio en medio de la tormenta. Y muchos más, simplemente, han levantado la mirada hacia su torre como buscando una respuesta en el cielo.
El alma de la ciudad
No hay postal completa de Quibdó sin la silueta de su Catedral. Con su fachada de líneas firmes y detalles que mezclan lo europeo y lo afrodescendiente, este templo ha sido protagonista en fotos familiares, inspiración para artistas y punto de encuentro en la vida diaria.
“Mi mamá siempre decía que si te perdías, buscaras la Catedral. Porque desde ahí, todo se encuentra”, recuerda Alejandro, un joven ilustrador quibdoseño. Hoy, sus dibujos de la catedral han viajado en libretas, tazas y bolsos a otras ciudades del país. “Es como si la gente se llevara un pedacito de nuestra historia”, dice.
Diseñar con devoción
En Laquib, sabíamos que había que hacer algo especial con la Catedral. No se trataba solo de dibujarla. Se trataba de honrarla. Por eso nació la Colección Catedral Mágica: una línea ilustrada que transforma el templo en arte cotidiano. Mugs, agendas, tote bags, fósforos y portamemos que no solo decoran, sino que conectan.
Cada trazo fue pensado con respeto y admiración. No es una imagen más, es nuestra insignia. Y tenerla cerca es recordar que hay un lugar, un símbolo, una fe que nos une.
Un pedazo del alma quibdoseña
Llevar una ilustración de la Catedral no es solo cuestión de gusto. Es un acto de amor por la ciudad. Es decirle al mundo: “Vengo de un lugar que resiste, que celebra, que cree”. Es sentir que, aunque estés lejos, ella sigue ahí… mirándote, guiándote, acompañándote.
Porque en Quibdó, la Catedral no es solo una construcción. Es parte de nuestra identidad. Es hogar. Es raíz. Es corazón.