En el Chocó, el río no es solo paisaje. Es voz, es memoria, es un ser que acompaña, que enseña y que guarda los secretos del alma de un pueblo. El Atrato, con su corriente majestuosa, es mucho más que un cauce de agua: es testigo y protagonista de nuestras historias.
La mujer del río
Cada tarde, al caer el sol, doña Mery se sienta en la orilla del Atrato con una taza de café caliente y una mirada serena. Tiene más de 70 años y una memoria tan viva como el río que corre frente a su casa. “Este río me vio crecer. Me vio llorar, me vio bailar, me vio parir a mis hijos”, dice con una sonrisa suave, mientras el cielo se pinta de naranja.
Cuando era niña, su madre la llevaba en canoa a vender plátano y pescado al puerto. Recuerda los cantos de las lavanderas, el olor a madera húmeda, los cuentos que flotaban en el aire como mariposas. “Aquí se aprendía a vivir escuchando al río”, dice. “El río te enseñaba a esperar, a dejar ir, a volver a empezar.”
El río como escuela de vida
En comunidades como Quibdó, el río ha sido escuela, calle, sala de estar y cementerio. Ha sido espacio sagrado para rituales, para fiestas, para duelos. Ha sido abrazo para los que regresan y consuelo para los que se van. Muchos aún recuerdan cómo sus abuelos les enseñaban a nadar amarrados a una botella vacía, y cómo las mejores historias se contaban remando lentamente entre manglares.
El Atrato ha marcado los ritmos de la vida: las cosechas, los viajes, las relaciones. En sus aguas se han tejido romances, se han pactado promesas, se han dicho adioses. No hay familia en Quibdó que no tenga una historia que lo nombre.
Entre canoas y recuerdos
Hoy, aunque muchas cosas han cambiado, el río sigue ahí, inmutable y generoso. Doña Mery dice que el río no envejece, solo guarda más historias. Y mientras el desarrollo avanza, mientras las ciudades crecen y las nuevas generaciones miran más hacia las pantallas que hacia el agua, el Atrato sigue hablando. A quien quiera escucharlo, le cuenta todo.
“Yo no sé rezar muy bien”, confiesa Mery. “Pero cuando me siento aquí, frente al río, siento que Dios me oye más claro.”
Un llamado a recordar
Este artículo no es solo una memoria. Es una invitación a volver al río. A mirarlo con los ojos del alma. A escuchar sus silencios, sus secretos, su sabiduría. Porque mientras el río hable, Quibdó recordará quién es.
Y en Laquib, queremos que el río también hable a través del arte, del diseño, de cada historia que llevamos en nuestras creaciones.
Porque en el Chocó, los objetos no solo decoran: cuentan.